Sto. Domingo de Silos
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La villa de Santo Domingo de Silos nace al amparo de los pueblos visigodos que establecieron allí su asentamiento. De entonces arranca el antiguo monasterio de san Sebastián, que luego fuera transformado en el actual de santo Domingo. Fue gracias al empuje y realce de este benedictino, en el Siglo XI, cuando la población crece entorno al cenobio. Más tarde se construiría, en su cercanía, la iglesia de san Pedro, de factura gótica. Lugar de encuentro de caminos, de destierros históricos, del Cid y de Fernán González, de montañas horadadas por el rio Mataviejas, y punto de partida de no pocas excursiones, Silos es punto de referencia, además, para entender el propio nacimiento del idioma castellano, pues comparte la cuna del mismo con los monasterios de Yuso y Suso en el primer quehacer literario de nuestra lengua. Las glosas silenses serán, así, uno de los primeros textos en nuestra lengua primigenia.
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Si tuviéramos que escoger una pieza para definir literariamente Silos y su bello monasterio, indefectiblemente iríamos a parar al célebre y bello poema de Gerardo Diego sobre el Ciprés de Silos:
Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño.
Mástil de soledad, prodigio isleño;
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,
peregrina al azar, mi alma sin dueño.
Cuando te vi, señero, dulce firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto cristales,
como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos.
Y si tuviéramos que ponerle música a este bello poema, indudablemente buscaríamos en las antífonas gregorianas esa bella melodía, apenas cantada, susurrada, mencionada a media voz y en penumbra, como sólo los monjes de un monasterio de clausura saben hacer. Y realmente es un espectáculo de belleza queda y muda, el poder escuchar cualquier tarde de vísperas o completas, esas voces blancas de armoniosa belleza. -
A las festividades propias de la iglesia en donde se puede poner más énfasis a la hora de querer escuchar música gregoriana, podemos también buscar aquellas festividades o festejos populares que se producen en otro ámbito, en la región que nos ocupa.
Una fiesta curiosa es la Fiesta llamada “Fiesta de los Jefes”, que se celebra siempre el 30 de enero en Santo Domingo de Silos. Es tradición declarada Fiesta de Interés turístico-regional. En ella se revive una leyenda acaecida durante la invasión musulmana en la cual la villa de Silos, a punto de ser asediada por los moros, hace ver que se produce un gran incendio en la villa, para que el agresor piense que “en villa arrasada no hay bienes” y de esta manera pase de largo.
La fiesta popular, muy animada, danzando con vestimentas de franceses, moros, frailes, mucho ruido y fuego, se va componiendo de cencerradas y pasacalles, carreras y bailes, “la quema de la villa”, cenas y misas, rosarios y procesiones. Arranca el día de reyes y se organizan en cuadrillas y cargos nominales, con una parafernalia y una organización envidiables. Una fiesta, pues, de gran notoriedad e interés.
LA TRADICIÓN DE LA FIESTA DE LOS JEFESLa Fiesta comienza con Cencerrada y Pasacalles. Se ondea la bandera mientras se cita el pregón. Se celebra la carrera de San Antón, prueba ecuestre en la cual los jefes y otros animosos vecinos competirán por alzarse con la victoria en un breve pero complicado circuito urbano. También destaca la cena de Hermandad que se tiene lugar en el Hotel Santo Domingo de Silos.